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domingo, 3 de abril de 2011

el palacete de zonzas

Mágnifico caserío, cementerio de prodigio y creatividad del hombre, con tan sólo seis o siete paredes como mucho, único heredero por derecho propio de los tesoros más inesperados,mudo guardián de herramientas olvidadas, conquistadas por las implacables ordas del polvo, se estremece al ver como ensimismado, se pierde en el más profundo olvido,sin poder hacer otra cosa,que observar el dichoso pasar del tiempo. Como un desfile ensayado, metódico y en el más absoluto silencio, busco espacio vital para mi cámara y yo, y finalmente, doy paso al sonido del flash, resquebrajando el silencio dominante durante décadas y evitando asi su pérdida en el olvido mas absoluto que converge en una simple lente, producto de la imaginacion del ser humano.

Y así sigue,tras 300 años,con dos impresionantes árboles como únicos compañeros y guardianes,que juntos recuerdan sus tiempos de esplendor en los que poseía 21 habitaciones, dos ermitas (una en el exterior y otra interior), cocina y un jardín trasero con tres almendros,que daban a los corrales para el ganado, y este a su vez conectado por una puerta lateral de nuevo con la ermita exterior pero dando directamente al altar.

La ermita exterior a la que se accedía desde la entrada principal, a la que se accedía por una puerta doble, cuya segunda parte estaba adornada con vidrieras, que por desgracia estaban rotas.

 El techo ya derrumbado y por todas las paredes, retablos con marcos de madera y pintados en lienzo clavado con finos clavos; de los cuales,el central era el más espectacular,consistía en tres ángeles con tonalidades azules, pero le faltaba una parte por lo que no se sabía lo que era el resto.
La mayoría ya estaban muy deteriorados, pero principalmente a parte del central,en otro se distinguía una figura de un supuesto pastor con un bastón y una oveja a la izquierda, y un santo muy curioso ya que al romperse el techo le degolló. En una esquina, se conservaban como pérdidas en el tiempo unas cajas de madera acolchadas con paja y en su interior una serie de pequeños tesoros que solo el descubridor de la tumba de Tutankamon sabría valorar; allí escondidos durante días, semanas, meses, años, décadas y siglos, tan frágiles que ni siquiera se me ocurrió sacarlos.


 Otra curiosidad más era el altar cuyo lateral izquierdo era una puertecilla, y en su interior docenas de diferentes vinos de misa, algunos también conservados que se podia leer perfectamente la marca y el año.
Finalmente,tras un amplio reportaje fotográfico,el cual no creo necesario exponer por completo y una buena dosis de inspiración para posteriormente escribir estas lineas,nos despedimos del imponente lugar...

4 comentarios:

  1. Sancho, amigo mío, me alegra mucho leer los comentarios que escribes en este blog. Llenos de sensibilidad y amor a la naturaleza,a los paisajes recónditos y a los vestigios pétreos de un mundo ya pretérito, pero cuyo esplendor todavía está vivo; al menos para las almas sensibles como la tuya.
    ¡Ánimo! ¡Adelante!
    ...Pero repasa ciertas cosillas de ortografía. Ya te las diré cuando te vea en el Insti

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. muchas gracias don jose pero tengo que reconocer que todo el merito no es mio,digamos q este mamotreto esta un poco compartido ahun asi lo dicho,muchas gracias

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